Había en ella también una sección dedicada al correo de los lectores donde se podían encontrar todo tipo de mensajes, desde gente que intercambiaba discos, libros o comics, compra-venta de algún tipo de aparato, o simplemente contactos.
Siempre echaba una ojeada a esta sección sin más intención que curiosear, pero algo debió llamarme aquella vez la atención. No recuerdo exactamente las palabras, pero lo que sí recuerdo era un mensaje en el que una persona buscaba amistad de manera sincera y casi desesperada, o eso me pareció a mí.
Sin dudarlo mucho, y a pesar de ser la primera vez -y también la última- que lo hacía, escribí.
Se trataba de un chico llamado Manuel, de Pasajes de San Pedro.
En poco tiempo tuve respuesta suya. Supe, además, que no había sido la única que respondía a la "llamada" y que habían sido varias chicas las que habían hecho lo mismo que yo .
Nos estuvimos escribiendo durante unos meses. Sus cartas eran muy largas, en cuartillas escritas a doble cara, la letra muy apretada, densas. Se mezclaban allí reflexiones filosóficas, asuntos personales, fobias.
Deduzco, después de leerlas ahora, que las mías no debían ser muy distintas puesto que, según él mismo decía, conectábamos en bastantes cosas.
Un día recibo una carta que viene de su misma dirección pero con otro remitente.
Creo que fue Mark Twain el que dijo que era más difícil escribir una carta que un libro. No lo sé, porque nunca escribí un libro, pero podría añadir que a veces también es difícil leer.
La carta venía de su hermana y decía, entre otras cosas y después de un amable y cariñoso saludo, esto:
"Bien, hace cosa de unos días recibió mi hermano una carta tuya en la que le preguntabas el porqué de su no contestación y a ver si había llegado tu carta anterior de cinco hojas; pues bien, llegó, pero cuando eso sucedió, él, Manuel, estaba en el psiquiátrico (no, no es broma), ahora me aclaro pero antes déjame fumar o, por lo menos, encender un cigarro, pues cada vez que me acuerdo de todo "aquello" se me ponen los pelos de punta.
¡Ya está!, vamos allá. Todo empezó el 12 de marzo...".
Me cuenta que ese día falleció un familiar y su hermano se queda "cortado", expresión a la que en ese momento no da mayor importancia. Los días que siguen observa comportamientos que ella misma define como "raros".
"En la mañana del día 14, al entrar en su habitación, lo encontré en medio de ella, desnudo y con la persiana completamente subida, le pregunté que era lo que hacía pues nunca lo había visto así y con lo tímido que es él me extrañó un montón; luego me dijo que quería dormir y lo dejé metido en cama. A eso de las 10:30 fui para ver si estaba dormido y se estaba vistiendo. Le pregunté a donde iba y me dijo que al monte, se puso un pantalón que nunca se había puesto (de esos que tienen bolsillos en las piernas) y luego cogió unas cosas como eran, 3 guantes, un desodorante spray, mechero, la foto de una tía con la que se escribe y algunas cosillas más. Sacó toda la ropa de un armario y la esparramó por el suelo. Esto ya me puso alerta, y cuando se fue llamé a mis tías para que vinieran; así lo hicieron y después de una hora más o menos, llegó él, con una cara demacrada y al ver a mi tía me echó una mirada que nunca podré olvidar (como reprochándome haberla traído), luego vino mi tío y ya eso de las tres o así vinimos a casa y estaba en una habitación desnudo. Le dijeron que se vistiera y lo llevaron al psiquiatra y allí estuvo 6 días, hasta que en ese sitio le descubrieron que estaba quemado (de cuando se había ido al monte). El día 20 de marzo ingresó en el hospital para hacerle los injertos y todavía está allí. Los psiquiatras le pronosticaron que tenía ESQUIZOFRENIA, ideas delirantes, despersonalización, etc.
Pero bueno, ahora ya va mucho mejor, está muy contento allí con las enfermeras y tal, ya estoy deseando que lo bajen (pues aunque no nos han dicho nada, creo que bajará, aunque hay veces que está "en otro lado").
[...]
Siento mucho haberte hecho preocupar, pues a todas las cartas que le escribieron contesté, pero por lo que se ve, se me olvidó hacerlo con la tuya. Lo siento y perdóname, si puedes.
Espero que esto que te cuento no te defraude de él, pues me gustaría que le siguieras escribiendo, le hacen falta esas cartas, o sea, vuestras cartas. [...] Y sin nada más por el momento te dejo, pues ya te he dicho todo lo que sé y creo que te interesaría saberlo a ti también, ¡ah! pero ya no te preocupes por nada, pues está mucho mejor, así que HASTA SIEMPRE, AGUR."
Dejé pasar un tiempo, el que supuse necesario para la "curación" de su enfermedad... y de mi impresión.
La contestación tardó, así que entre esta carta y la siguiente pasaron casi seis meses.
Y la siguiente -afortunadamente- ya no se parecía nada a las anteriores, ni siquiera en el aspecto.
La carta más corta, la letra más suelta, alegre. Me contó que estuvo ingresado en el hospital más de dos meses, que hizo amistad con enfermeras y enfermeros, que sus quemaduras iban curando, que salía con amigos, que iba al cine, que viajaba...
Mis circunstancias iban cambiando (estaba más ocupada con los estudios) y las suyas también. La necesidad de comunicación poco a poco se desvaneció, y las cartas se fueron espaciando en el tiempo hasta que finalmente se cortó la comunicación.
Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero al escribir esta entrada no pude evitar buscar en la red alguna "noticia" suya, puesto que conozco su nombre y apellidos.
La encontré: vive en la misma ciudad y trabaja en un hospital.
Un abrazo.